Thursday, June 5, 2008

El pais de los paraguas muertos 1 (una crónica de la Habana)

Y es en mayo cuando mas debe llover y no en septiembre. Cuando la sombra gris de los huracanes empieza a amenazar La Habana, a ponerla medio que matunga o llena de charcos frios y ventosos, aunque esto solo es una de las tantas metáforas locas que uso para disatraerme de los cadáveres.
Salgo a la calle a detallar las grietas en las paredes de los edificios, las aceras ahuecadas y maltrechas, el rastro de lo que alguna vez fue pintura verde en un portalon aventanado de la calle Linea. Y la certeza de no saber que es lo que estoy haciendo me devuelve serenidad: caminar, deambular, hacerme el trompito loco por algun vericueto de Kohly o el Nuevo Vedado, con la unica certeza de que los graffiti que encontrare nunca son alegóricos a los cadaveres o a los moribundos. Solo chistes neutros, o ludicas asquerosidades que dejan ese sabor a piruli recogido del patio en el recreo o alguna idiotez parecida: Yo tambien vivo en el recuerdo de la niñez, como el resto de los cubanos…siempre recordandolo todo.
Pero era en septiembre cuando se organizaban las comparsitas de alta conga, como les decia Valentin a los toques que Maria Luisa Pichardo Jackson organizaba en La casa de los muchos, y siempre los he recordado circunscritos por un perro aguaceron, de esos que duelen de los goterones y le sacan humo al asfalto malo de las entrecalles: que San Cristobal es una ciudad definida por sus aguaceros, por sus baches y por ese olor sempiterno a mar dulce que penetra hasta los osarios del Cementerio de Colon, oxidando, partiendo, desbaratandole los huesos a velocidades maritimas a cuanto cubano se le ha ocurridos guindar el piojo y mudarse al reparto Boca Arriba. Tanto, que los familiares hacen colectas para fabricar a prueba del salitre y no es dificil encontrarse, en la penunbra fria de un segundo piso bajo tierra de un panteon asturiano, un cartel en letra corrida que dice:
Estoy en el osario nuevo
Carmita.

Pero el tema principal de la ciudad, el Leit Motiv, es la añoranza. La Habana antes era una rumba o un bolero, ahora es una ranchera bien guitarrona, un coro inmenso de mariachis-aseres pataleando de nostalgia por una hipotetica (aunque si es bien cierto que la ciudad tuvo una) niñez que nunca fue: es preciosa la Habana, preciosa y llena de paraguas muertos.
La Habana es un viejo que se añora a si mismo a traves de los que han vivido junto al el, una ciudad de fantasmas, que se desdobla en las esquinas, en los salientes espontaneos de sus construcciones bulliciosas y poco afortunadas: una ciudad marcada por la politica del silencio, donde una triste sombra siembra su despotismo camuflado de rosas y consignas humanitarias. La Habana es el aire, el clamor debilucho de los exiliados: de los de afuera y de los de adentro, que son mas numerosos; la penumbra que parece luz desde lejos, la capital fantasma de todos los sin-patria del mundo.
Y precisamente esa falsa sensacion de hogar encontrado es lo que la hace magica, no magica asi, por pura palabra o chovinismo barato, magica de veras: Cuando se ha visto una calle que parece nos abriga? La Habana esta llena de ellas. Esta llena de curvas amigables o balcones maritimos, tambien llamados Rampas, o Playita de 16, o de 12: Diente de perro con cosistencia de arena donde se bañan las hembras mas sabrosas del mundo y los pederastas toman sol con parsimonia de yugoslavos en el tropico.

Friday, May 9, 2008

CUBA

Por ahí vino un amigo a decirme que le han dejado una marca. –Que me marcaron el corazón, compadrito –me ha dicho y se ha abierto la camisa. Y yo, que tanto odio los clichés, le he creído y hasta me he preocupado. Mi amigo se ha abierto la camisa y me ha enseñado el pecho abierto, las carnes separadas y un esternón fracturado dentro del que late un corazón con una cicatriz en forma de pájaro negro, ¿o es negra la cicatriz y tiene forma de pájaro?
Yo le dije que no fuera loco, que no vaya por ahí enseñándolo todo con esa impúdica indecencia. Pero él me ha dicho que es importante que la gente sepa, por si les pasa, que tiene miedo, que no duerme pensando en que al corazón le crezcan alas y se le vaya la vida, volando.
Le he aconsejado a mi amigo que se cierre el pecho y siga adelante, le he contestado palabras sabias, le he dado mi erudita y sensible opinión sobre la no existencia de corazones volantes: pero hay algo extrañamente conocido en el músculo, algo familiar, como esas muertes lejanas que nos relacionan a los sufridos y a los románticos, que hace que mis oraciones suenen falsas, que mis brillantes soluciones suenen ridículas.
Me le he quedado mirando a mi amigo y le he dicho que la única explicación es que su corazón sea esta isla, y que tiene que estar preparado para marcharse a cualquier parte y en cualquier momento.